Introducción

Se habla mucho sobre la leche de vaca. Hay quien la considera un alimento imprescindible para los niños y quien la llama directamente veneno. Como de costumbre, ni un extremo, ni el otro. La leche es un alimento completo, pero no imprescindible. Su mala fama nace que es el alimento que con más frecuencia produce alergias o intolerancias. Las proteínas de leche de vaca se encuentran entre los primeros antígenos con los que el niño tiene contacto, habitualmente es el primer antígeno no homólogo que el niño recibe en cantidades importantes. La alergia a proteínas de leche de vaca (APLV) es la patología por alergia alimentaria más común en el niño pequeño. (1)

La alergia a las proteínas de la leche de vaca (APLV) se define como una reacción adversa reproducible de naturaleza inmunológica inducida por la proteína de la leche de vaca. Puede ser clasificada en mediada por inmunoglobulina E (IgE), no mediada por IgE o mixta, de acuerdo con el mecanismo fisiopatológico involucrado. (2)

Aparece, sobre todo, en las edades tempranas de la vida, por ser la primera proteína extraña que se introduce en la dieta del lactante y es más frecuente en los países desarrollados. (3) La prevalencia en niños menores de 2 años es de entre el 1,8% y el 7,5% en diferentes series. El amplio rango de prevalencia se debe a diferencias en criterios diagnósticos, factores genéticos, ambientales características culturales, el modo de preparación y los factores locales que afectan la exposición al alimento. Esta multiplicidad de factores que actúan conjuntamente muestra un incremento de dicha patología. (4) La clínica más frecuente se ha clasificado en tres estadios: inmediatas, mediatas y tardías, asoiados con la severidad y el tiempo de la reacción. Los órganos blancos son: aparato digestivo (50-60 %), piel (50-60%) y tracto respiratorio (20-30 %), y puede comprometer más de un órgano en un número considerable de pacientes. La frecuencia de anafilaxia se estima entre 0,8 a 9 % de los casos de APLV. El diagnóstico se establece
en una historia clínica compatible, presencia de sensibilización a leche de vaca (mediante las pruebas cutáneas) y mejoría al suprimir la leche y derivados de la alimentación que contengan proteínas de la leche de vaca. Los exámenes complementarios incluyen el hemograma, que puede mostrar una anemia con eosinofilia.

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Referencias bibliográficas

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